Entrevista a Loreto San Juan sobre su trabajo con personas ciegas en Barcelona

Entrevista a Loreto San Juan sobre su trabajo con personas ciegas en Barcelona

Loreto San Juan es bailarina, coreógrafa, profesora de danza y terapeuta. De origen chileno, ha residido durante casi tres décadas en Barcelona, donde ha colaborado con creadores de otras disciplinas como las artes plásticas, el vídeo o el arte sonoro. Paralelamente, y gracias a sus diez años trabajando para la fundación ONCE, ha desarrollado un método terapéutico que le ha permitido mejorar la autoestima de personas ciegas a través de la danza.

¿En qué consistía tu método para enseñar danza a invidentes?
Como, obviamente, ellos no podían observar mis movimientos para después repetirlos, hice que buscaran una fuente de movimiento dentro de sí mismos, en sus emociones, en los recuerdos de cuando veían y en lo que les iba sugiriendo. El resultado era una forma de bailar enormemente genuina. Cuando imitas los gestos de otro, en cierto modo sales de ti mismo para convertirte en ese otro, y te alejas de tu esencia. Pero ellos bailaban su danza interior, que era diferente en cada uno. Ese fue el principio básico del método, al que llamé “danza de la vida”: todo ser humano tiene su propia danza, que es única e irrepetible.

¿Cómo puede uno descubrir su propia danza?
Tienes que olvidar por un momento toda la técnica, los códigos estéticos, y crear un clima de silencio donde puedas escuchar el impulso que te dice si estás siendo tú mismo o si en realidad estás imitando lo que ya has visto. En el fondo consiste en dejarte llevar por la intuición.

¿De qué manera motivas esto, cómo lo provocas?
Sobretodo a través de la escucha corporal; notar las articulaciones, sentir el cuerpo desde el hueso hasta lo más fino, que es la energía. A nivel pedagógico estimulo esto con imágenes metafóricas, conceptos a menudo conectados con la naturaleza, y cada uno se mueve en función de lo que les sugieran estas ideas.

Entonces, ¿los cánones son innecesarios?
Más bien diría que no son imprescindibles para crear algo bello. La técnica es una buena herramienta, pero si no se acompaña de una emoción sincera que transmitir se convierte en puro narcisismo, lo cual no me interesa demasiado. Mis alumnos no eran en absoluto virtuosos, pero había en sus gestos una inocencia y una sinceridad fascinantes. Nunca he visto belleza más grande que aquella sobre un escenario.

¿Eso les ayudaba ellos emocionalmente?
Mucho. Al empezar comprobé que la mayoría de ellos arrastraban el trauma de haber perdido la visión, y eso les había provocado una gran rigidez corporal. No levantaban la cabeza ni hacían ademanes al hablar, y sus posturas eran muy cerradas. Además, sus desplazamientos se limitaban a recorridos fijos que memorizaban a base de repetirlos, como el trayecto desde el metro a casa, y no salían de ese circuito. Pero a partir de nuestro trabajo fueron desprendiéndose de esa coraza. Empezaron a ser mucho más expresivos gestualmente, a salir de casa, a hacer excursiones en grupo. Los que vivían solos volvieron a ilusionarse por encontrar pareja. Todo aquello mejoró mucho sus relaciones sociales y su propia autoestima.

¿Probaste el método con personas que podían ver?
Sí. Después de mi experiencia en la ONCE empecé a impartir talleres adaptando mis técnicas para toda clase de gente, en función de lo que necesitara cada persona. Hoy sigo haciéndolo, lo cual me satisface mucho. Con los años he comprobado que la terapia que propongo es válida para cualquiera, porque al fin y al cabo consiste en recobrar el contacto con uno mismo.

¿Crees que la danza, por ser una forma de expresión que usa el propio cuerpo, es especialmente propicia para este reencuentro?
Claro, porque en nuestro cuerpo esta toda la verdad de lo que somos, es como tu gran libro de información de ti mismo. Todo lo que modifiques en tu cuerpo incidirá en el plano emocional, mental y espiritual. Lo bueno es que trabajas a partir de algo concreto y cuantificable; son músculos, articulaciones, no es nada esotérico.

¿Está infravalorada la espiritualidad?
No se aprovecha lo suficiente. La espiritualidad es una necesidad básica del ser humano; lo que ocurre es que en mucha gente está adormecida. Nuestra atención se centra en el consumo material, en el placer efímero, y eso nos aleja de lo espiritual, es decir, de nuestra capacidad para contactar de forma sensible con la naturaleza.

De ahí parte tu trabajo…
Sí; de hecho, en toda la historia del arte la naturaleza ha sido una fuente de inspiración fundamental. Pero para mí no se trata simplemente de utilizar elementos naturales para crear; intento establecer una comunicación con el medio natural, un intercambio. Creo que deberíamos acercarnos a nuestro entorno con humildad y respeto, escucharlo en lugar de invadirlo.

¿El arte es exploración?
Siempre. Personalmente me gusta considerarme una exploradora de la danza, más que bailarina. Es por eso que procuro combinar el movimiento con otras formas de expresión, cruzar fronteras. En este sentido, creo que la danza debería abrirse mucho más a las otras artes, y viceversa. Porque aunque te expreses con pintura, o con danza, o con música, en el fondo estás utilizando un mismo lenguaje.

Extraído de bajalamarea.blogspot.com

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